A pesar de que los términos de autoconcepto y autoestima comúnmente se utilizan de manera indistinta, poseen diferentes significados. El autoconcepto alude al conjunto particular de ideas y creencias que cada individuo tiene respecto de sí mismo; comienza a desarrollarse desde los primeros años de vida hasta la edad adulta. La autoestima es la valoración, positiva o negativa, que cada persona hace de sí.
En el marco del proceso de búsqueda de identidad, el autoconcepto de los adolescentes se moldea constantemente. Durante la adolescencia su conformación se vuelve un tema central, ya que en esta etapa es cuando el individuo se busca a sí mismo y crea su personalidad en una forma activa. El autoconcepto depende de factores como la historia previa del adolescente, el medio social y familiar en el que se desarrolla, su edad, escolaridad y género.
La autoestima juega un papel muy relevante en la vida personal, profesional y social de cada individuo; si es positiva favorece el logro de su identidad. Cuando la autoestima de un adolescente es elevada puede aprender mejor, se motiva en diferentes actividades sociales y recreativas, y se comunica y relaciona con otros jóvenes y adultos de un modo más adecuado.