El desarrollo de la identidad sexual es un proceso de conformación que comienza en la niñez y termina en la adolescencia. En él se entrelazan factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales. La identidad sexual es una parte fundamental de la identidad general y afecta profundamente la imagen que el individuo tiene de sí mismo, sus relaciones sociales y afectivas.
La sexualidad es una parte integral del ser humano, y la lleva consigo desde el nacimiento hasta la muerte. Todos los conocimientos, comportamientos, creencias, actitudes y valores en torno al sexo están relacionados con factores biológicos, psicológicos y culturales.
Por sexo se entiende la condición orgánica femenina o masculina; es decir, ciertas características genéticas, morfológicas y fisiológicas determinan a los seres humanos como hombres o mujeres. No obstante, el sexo no siempre corresponde con la identidad de género. Ésta se define por aquellas conductas, actitudes y características que una cultura determinada espera y le asigna a los hombres y a las mujeres a partir de su sexo biológico. De esta manera, los padres, el resto de la familia, los compañeros y los miembros de la escuela esperan que las niñas tengan conductas "femeninas" y los varones conductas "masculinas". El proceso de formación de la identidad sexual comienza en la niñez, cuando se clasifica al individuo como hombre o mujer según sus órganos genitales.
En México, a pesar de ciertos avances en la concepción social de la mujer, aún prevalecen rígidas identidades de género, fundamentalmente en el plano del ejercicio de la sexualidad de los jóvenes. De esta manera, de los varones se espera que ejerzan una sexualidad agresiva y sean irresponsables en relación con su pareja, mientras que la paternidad les otorga prestigio social. A su vez, de las mujeres jóvenes se espera que sean vírgenes y castas. En caso de practicar una vida sexual activa, que sean responsables de la anticoncepción; si quedan embarazadas, se les impone una percepción de la maternidad equivalente a castigo y destino.
La orientación sexual es una manifestación de la sexualidad y comienza a formarse desde el nacimiento. Se le conoce también como preferencia sexual, y se refiere al reconocimiento que cada persona hace de la atracción sexual, emocional y afectiva que siente hacia personas del otro sexo (heterosexual), del mismo sexo (homosexual) o de ambos (bisexual). En la orientación sexual influyen múltiples factores. Existen diversas teorías que han intentado explicar el origen de la diversidad de preferencias. Sin embargo, aún no se ha encontrado una respuesta clara acerca de su carácter biológico, social o mixto, aunque se sabe que su expresión y manifestación son definidas por aspectos sociales y culturales.
La confusión acerca de la orientación sexual es frecuente en la adolescencia, pues es una etapa en la que el individuo se conoce a sí mismo, desea experimentar y sufre incontables cambios. El simple hecho de tener fantasías o experiencias no define a una persona como homosexual, bisexual o heterosexual.
Todos los cambios hormonales y sexuales que modifican notablemente la apariencia física de los adolescentes repercuten en sus sentimientos y en la forma de relacionarse con los demás.
Ante la emergencia de las características sexuales secundarias, los jóvenes comienzan a explorar su sexualidad de forma natural. Dicha exploración debe considerarse normal, pues es parte fundamental de la conformación de una identidad saludable. Puede manifestarse a través de la masturbación o la interacción con otra persona, ya sea con coito o sin él.
Esta creciente exploración de su sexualidad viene acompañada de sentimientos o deseos de amor hacia una persona en particular. Sin embargo y debido a los cambios y la inestabilidad que caracterizan a esta etapa, estos sentimientos pueden verse modificados de manera continua y así los jóvenes pierden muy pronto el interés por las personas con las que previamente habían iniciado una relación afectiva.
Los adolescentes se enfrentan a un gran reto en el descubrimiento de su sexualidad. Deben aprender a resolver los cambiantes sentimientos sexuales que experimentan, diferenciar el amor del deseo pasajero e informarse acerca de métodos que les permitan disminuir los riesgos que implica el nuevo ejercicio de la sexualidad.
Algunos patrones de comportamiento sexual conllevan ciertos riesgos. La presencia de estas conductas de riesgo durante la adolescencia se explica por la creciente maduración sexual, aunada a una estructura psicológica e intelectual que aún no es lo suficientemente madura para asumir la responsabilidad implícita en el ejercicio de la sexualidad.
Un estudio realizado en México en 2007 por Gómez, García y Martínez, encontró en una muestra de estudiantes de entre 16 y 17 años, que 30% había iniciado su vida sexual activa y que, de éstos, 75% había tenido dos parejas o más. También se halló que las mujeres tienen más información acerca de enfermedades de transmisión sexual y que los adolescentes que consumen bebidas alcohólicas tienen tres veces más posibilidades de iniciar su vida sexual a edades más tempranas que aquellos que no beben.
El mayor riesgo lo presentan los jóvenes que inician su actividad sexual a una edad muy temprana, tienen múltiples parejas sexuales y no cuentan con información adecuada sobre métodos anticonceptivos y de protección. Los principales motivos que llevan a un adolescente a comenzar su actividad sexual a temprana edad son la presión social y la curiosidad. De esta manera, no siempre se encuentran comprometidos emocionalmente con su pareja, lo que puede originar diversos sentimientos de frustración e insatisfacción. La información insuficiente acerca de métodos anticonceptivos y de protección conduce a que los jóvenes desconozcan los riesgos a los que se enfrentan y la forma adecuada de evitarlos. Los adultos deben ser capaces de brindarles las herramientas para que puedan evitar o disminuir los riesgos que conlleva una vida sexual activa.
Por último, existen muchas razones que llevan a los adolescentes a tener diversas parejas: deseos de experimentar con su sexualidad, presión del grupo de amigos, problemas de autoestima, consumo irresponsable de alcohol y drogas, entre otras. Las relaciones sexuales tempranas, las múltiples parejas sexuales y la falta de información conducen a los jóvenes a practicar su sexualidad de una forma irresponsable y a exponerse con mayores riesgos al contagio de enfermedades de transmisión sexual y a embarazos no deseados.