Simultáneamente, la situación de México mantiene importantes similitudes y grandes diferencias con los países desarrollados. El subdesarrollo es una vía distinta de evolución social y económica a la que siguieron países como Inglaterra, Japón o Estados Unidos. La cultura mexicana permite adoptar tempranamente diversas innovaciones tecnológicas y otros aspectos de la modernidad, pero al mismo tiempo se mantienen condiciones sociales que trastocan o modifican su funcionamiento. Por ejemplo, en los hospitales se encuentran los más modernos aparatos de diagnóstico, como los resonadores magnéticos, pero funcionan a una muy reducida parte de su capacidad y en horarios restringidos; en consecuencia, se pierden oportunidades de tratamiento, lo que extiende el tiempo de estancia hospitalaria.
Los grandes retos actuales implican definir y ejecutar adecuadamente políticas y programas de salud que respondan a las características de nuestra población, fortalezcan la buena salud o anticipen la enfermedad y pospongan la muerte, manteniendo condiciones de vida dignas. La formación de recursos humanos (médicos, enfermeras y técnicos diversos), el financiamiento de los servicios de salud y la configuración operacional de los mismos son aspectos que requieren de una nueva y clara definición.
En México se gradúan por año alrededor de once mil médicos generales en las más de ochenta escuelas de medicina. No obstante, sólo uno de cada cuatro tiene la oportunidad de realizar estudios de especialidad mientras las instituciones públicas exigen estudios de posgrado para aspirar a un empleo. Además, es más común que los médicos que estudian una especialidad elijan hacerlo en ramas tradicionales como la pediatría y la obstetricia, cuando las necesidades actuales y futuras se relacionan más con áreas como la geriatría.
Por otro lado, en los últimos cinco años se han inaugurado, por lo menos, siete hospitales de alta especialidad en toda la República, lo cual produce un elevado crecimiento de los servicios hospitalarios que conllevan altos gastos y no resuelven las condiciones que favorecen la aparición de enfermedades. Idealmente, los recursos deberían destinarse a la generación de una red de servicios de atención primaria que ofrezca cobertura universal, se enfoque en la prevención de enfermedades y regule la entrada a los siguientes niveles de atención médica.
Finalmente, es necesario establecer mecanismos que aseguren la participación de individuos, comunidades y gobierno en la protección de la salud. Éste es el verdadero reto: definir lo que es eficaz y buscar la combinación de acciones que permita mantener o alcanzar las metas inherentes a cualquier sistema de salud. Ya se han dado pasos importantes en busca de una mayor equidad e impacto a partir de la inversión social en materia de salud. Se destacan por su trascendencia las políticas y los programas que han tenido como propósito la descentralización de los servicios de salud, la ampliación de la cobertura de tales servicios y la mejoría de la calidad de la atención.