En una familia, siempre existe una persona que absorbe la mayor carga, en tiempo o esfuerzo, del cuidado del anciano enfermo; se le conoce como cuidador primario. Sin embargo, eso no significa que los demás familiares no proporcionen algún tipo de apoyo o ayuda, tanto a su familiar enfermo, como a quien asume el papel de cuidador primario.
Cuando el enfermo depende en su totalidad de un cuidador se deben evitar dos riesgos importantes: el colapso o agobio del cuidador y que el anciano sufra abuso o maltrato. Cuidar a un enfermo es una tarea ardua, especialmente cuando la persona es dependiente y sufre un trastorno mental. El cuidador puede sentirse agotado, impotente y frustrado, y su enojo puede llevarlo a una situación de violencia hacia el anciano. El abuso y maltrato al anciano es más frecuente de lo que socialmente se imagina. Se presenta sin respetar clase socioeconómica o nivel educativo. El maltrato puede suceder en el hogar, donde suele ser más habitual, o en las instituciones. El abuso o maltrato puede ser físico, psicológico, económico, por negligencia, por violación de sus derechos o por administración de medicamentos. Generalmente, los tipos de maltrato más frecuentes son el psicológico (insultos, amenazas, desprecios, humillaciones y exclusiones u omisiones intencionadas) y el económico (privar al adulto mayor de dinero, utilizar sin autorización sus bienes, ocultárselos o apropiarse de ellos). Cuanta más dependencia física o psíquica presente el afectado, más probable es que se abuse de él y de manera más frecuente.