Tras el nacimiento se describen cuatro fases de crecimiento en el periodo infantojuvenil: 1] fase de crecimiento acelerado, 2] fase de transición, 3] fase de crecimiento lento y estable, y 4] fase de crecimiento con ritmo elevado.
Corresponde al primer año de vida, en el cual el niño triplica el peso que tuvo al nacer y crece aproximadamente 25 cm. En esta fase tiene lugar un importante desarrollo neurológico. A medida que el infante crece en estatura, su cabeza se hace proporcionalmente más pequeña y las extremidades inferiores comienzan a desarrollarse con mayor rapidez.
Además, se desarrollan las aptitudes funcionales de la alimentación, que se caracterizan por la maduración renal y del tracto digestivo, así como por el desarrollo de las funciones metabólicas hepáticas. Al nacer, el niño carece casi en su totalidad de reservas energéticas, por lo que depende por completo del aporte alimenticio para el mantenimiento de sus funciones vitales. Otro elemento fundamental en el crecimiento es el proceso de dentición. En promedio se inicia hacia los 6 meses de edad con la aparición de los dos dientes inferiores centrales.
Durante esta fase de crecimiento los lactantes comienzan a erguir la cabeza y el pecho, apoyándose en los brazos. También pueden tomar objetos que se les presentan delante de la cabeza y los hombros. A los 6 meses ya pueden sentarse, girar y comenzar a gatear. Su visión ya está desarrollada, de modo que se entretienen con estímulos llamativos, como juguetes coloridos que se mueven y las caras y gestos de sus padres.
Esta etapa abarca el segundo y tercer años de vida. En ella se presenta una ganancia media de peso de 6 kg y el incremento medio de la talla es de 20 cm, aproximadamente. La maduración metabólica y digestiva, junto con la presencia de la dentición, permiten al niño tomar alimentos más variados, de manera que se incorpora paulatinamente a los hábitos alimentarios de la familia. El niño separa los alimentos, los toca, los huele y los prueba en poca cantidad. Las necesidades energéticas del niño de 1 a 3 años son de 1 300 a 1 500 kcal por día. En esta etapa el niño realiza progresos importantes en las funciones psicomotoras, como el lenguaje y la marcha, al tiempo que su crecimiento pierde velocidad.
Esta fase corresponde al periodo que va desde los 3 años hasta la pubertad (12 años, aproximadamente). Se caracteriza por una ganancia media de 25 kg y un aumento de 50 cm en la talla. El peso ideal de un niño en fase de crecimiento lento y estable puede calcularse mediante una regla práctica: el peso de un niño debería ser dos veces su edad en años, más 10. Sin embargo, el resultado de este cálculo debe valorarse considerando otras variables como sexo, constitución, carga genética, etcétera. Además, esta regla sólo cumplen en niños de hasta 10 años de edad.
Este periodo se caracteriza por grandes diferencias en el crecimiento físico, las cuales se deben a múltiples factores de tipo genético, ambiental, nutricional, los cuidados y la calidad de vida, entre otros. En estos años los niños comienzan a asistir a la escuela y por lo regular los varones son ligeramente más altos que las niñas. Sin embargo, ellas presentan un crecimiento repentino al final de esta etapa, por lo que suelen superar en talla a los niños.
En los primeros 6 años de vida ocurren los principales cambios en la anatomía y la fisiología del individuo. Los huesos aumentan sus dimensiones y se produce la osificación de los cartílagos articulares. Los tendones y ligamentos tienen un desarrollo débil, por lo que no resisten una tensión considerable. La osificación de la columna todavía es incompleta; ello permite un alto grado de plasticidad, pero implica el riesgo de deformaciones por posiciones inadecuadas o viciosas, tanto en la postura como durante la marcha. Los músculos aumentan su tamaño y fuerza, pero la inervación es débil.
Llevar una buena alimentación es fundamental en esta etapa. Los niños necesitan más calorías y nutrimentos que en etapas previas, sobre todo por su creciente desempeño físico e intelectual. Asimismo, el cuidado dental es muy importante, pues a partir de los 6 años comienzan a brotar los dientes permanentes a un ritmo de cuatro dientes por año durante los siguientes cinco años.
El corazón también se encuentra bajo la influencia del crecimiento y el desarrollo. Al aumentar su tamaño recibe más cantidad de sangre. El músculo gana en fuerza y resistencia, lo que se traduce en el aumento progresivo del volumen de sangre que expulsa. Con la edad aumenta la presión arterial y el pulso se hace más rítmico. La frecuencia cardiaca 1 disminuye y se hace más estable. De la misma manera, a medida que aumenta la edad, la respiración se torna más rítmica. Acrecienta su profundidad, la capacidad vital (cantidad de aire que pueden contener los pulmones), la ventilación pulmonar y el volumen respirado por minuto. La frecuencia respiratoria disminuye y se estabiliza.
Todos estos cambios físicos son acompañados y favorecidos por la creciente madurez del sistema nervioso, que produce el desarrollo de diversas destrezas motrices. En esta etapa se desarrolla la motricidad, definida como la relación que existe entre los movimientos y el desarrollo psíquico, social y cognitivo-afectivo. Las destrezas motrices adquiridas entre los 3 y los 6 años pueden dividirse en destrezas de motricidad gruesa y de motricidad fina. La primera se refiere a las acciones que involucran grandes grupos musculares. Los principales avances en dicha motricidad se manifiestan cuando el niño logra caminar en línea recta, puede dar saltos de cortas distancias y comienza a subir las escaleras alternando ambos pies. A los 4 años ya tiene un control más efectivo sobre su cuerpo; puede detenerse, arrancar y girar. A los 5, comienza a participar en juegos más complicados; puede avanzar saltando en un pie una distancia de hasta cuatro metros. Gracias a estos logros motores los niños comienzan a participar en actividades recreativas. El deporte y los juegos en grupo incrementan sus contactos sociales y favorecen su capacidad y habilidad de interacción grupal. A su vez, en esta etapa comienzan a observarse importantes diferencias de género respecto de las destrezas motoras: las niñas manifiestan mayor precisión en sus movimientos y los niños son superiores en acciones que requieren mayor fuerza y menos complejidad.
La motricidad fina indica la acción controlada de los músculos de la cara, las manos y los pies. Se adquiere gracias al adecuado desarrollo muscular y del sistema nervioso central. A partir de los 3 años, los niños ya comienzan a manifestar preferencia por usar una de ambas manos, hecho que facilita la habilidad motriz para realizar movimientos pequeños y controlados.
Esta etapa corresponde a la adolescencia, donde el crecimiento se acompaña de importantes fenómenos de maduración que modifican el tamaño, la forma y composición del cuerpo del individuo. Esta etapa dura alrededor de 6 años; le corresponden una ganancia media de peso cercana a los 30 kg y un incremento aproximado de 30 cm en la talla, según el sexo.