Jean Piaget (1896-1980) fue un biólogo y psicólogo suizo que estudió extensamente el desarrollo de la inteligencia en los niños. Desde 1919, cuando inició su trabajo en instituciones psicológicas de Zúrich y París, su interés se centró en los mecanismos psicológicos mediante los cuales se desarrolla la inteligencia. A partir de las observaciones realizadas en la conducta de infantes de distintas edades, elaboró una teoría que fue la base de múltiples desarrollos teóricos posteriores. En su obra El nacimiento de la inteligencia del niño (1952), analizó los cambios y la evolución de las estructuras de pensamiento y la forma en que el niño se adapta a su ambiente. Desde su enfoque, la etapa de desarrollo que corresponde a los 3 primeros años de vida se denomina sensoriomotora, y se caracteriza por la evolución de las acciones puramente reflejas del neonato a la coordinación de sensaciones y movimientos motores voluntarios. Un ejemplo es la creciente capacidad del infante de buscar el pezón y tomarlo con la boca para comenzar a succionarlo; luego se ayudará con las manos, demostrando la coordinación entre sus reflejos y sus movimientos voluntarios.
A los 2 meses los bebés comienzan a ser más activos. Aprenden acerca de sí mismos y del mundo que los rodea por medio de la interacción con su ambiente. Comienzan a tomar objetos, observarlos, jugar a acercarlos, alejarlos y morderlos. Como parte de esta creciente actividad cognitiva, entre los 6 y 9 meses se construye una nueva capacidad denominada permanencia del objeto. De esta manera, el bebé comienza a formarse imágenes mentales (representaciones) de los objetos que lo rodean, por lo que su mundo ya no sólo se conformará de aquello que percibe, sino también de las imágenes mentales que comience a guardar en su memoria. Mientras un bebé de 2 meses cree que un objeto que ya no está en su entorno visual desaparece, uno de seis meses empieza a contar con una imagen mental del mismo, de modo que si éste cae y sale de su vista, él lo buscará, indicio de que el objeto sigue existiendo aunque ya no lo vea. Esta nueva adquisición cognitiva termina de consolidarse a los 18 meses; permite que el infante pueda representar para sí el mundo que lo rodea y, por lo tanto, sea capaz de anticipar las consecuencias de sus acciones.
La adquisición del lenguaje también se inicia en esta etapa. A los 12 meses los infantes comienzan a decir algunas palabras y a los 18 tienen un vocabulario de aproximadamente 20 palabras. También empiezan a comprender algunas de las expresiones que escuchan en su ambiente; por ejemplo, pueden responder al "no" de sus padres y de otros adultos cercanos. El desarrollo cognitivo y la adquisición del lenguaje del niño se desarrollan en constante interacción con su ambiente. Es por ello que estimular a los niños desde edades tempranas mediante juegos, imágenes y lecturas favorece su inteligencia y los prepara para el futuro aprendizaje de las etapas preescolar y escolar.
De los 3 a los 6 años el desarrollo cognitivo se denomina preoperacional (Piaget, 1952). Esta etapa comprende importantes logros en el progreso de la construcción del pensamiento. Uno de ellos es la función simbólica, gracias a la cual los niños pueden usar símbolos o representaciones mentales, como palabras, números o imágenes, para entender y construir explicaciones acerca del mundo que los rodea. Durante este periodo el lenguaje evoluciona con rapidez y se convierte en una herramienta importante del creciente interés del niño por el mundo. Su vocabulario evoluciona. A los 6 años, un niño promedio entiende alrededor de 14 000 palabras, es decir, posee la capacidad de relacionarlas con su contexto y comprender su significado. Tener símbolos para nombrar las cosas permite pensar en ellas y en sus características, recordarlas y hablar sobre ellas aunque no estén visibles. El juego es otra forma de manifestar esta progresiva función simbólica; los niños aprenden a representar personas y situaciones que observan en su ambiente.
Para los niños de 3 a 6 años el mundo comienza a ser más ordenado; ya pueden establecer identidades y categorías con base en similitudes y diferencias observadas en los objetos y las personas de su entorno. Por ejemplo, pueden clasificar las frutas según su color o tamaño; a sus amigos si son "buenos" o "malos" con ellos. A causa de este creciente ordenamiento del mundo, empiezan a preguntarse por las relaciones entre causa y efecto. De esta manera, se inicia una etapa de persistentes preguntas por la causa de las cosas, conocida como la etapa de los "por qué". A pesar de todos estos grandes logros, el pensamiento de los niños es todavía limitado.
La etapa de los 6 a 11 años se caracteriza por importantes cambios cognitivos, base de posteriores adquisiciones escolares. Esta etapa se denomina de las operaciones concretas (Piaget, 1952), en donde los niños ya pueden utilizar operaciones mentales para resolver problemas concretos y reales. Piensan con lógica, es decir, comienzan a razonar los múltiples aspectos de un problema o situación, en lugar de centrarse en uno solo. Son capaces, además, de comprender la relación de causa y efecto, hecho que les permite razonar y resolver problemas considerando las causas de cada situación. También desarrollan las capacidades de aritmética y lectoescritura.
Al final de esta etapa, los niños han evolucionado en su juicio moral, ya que éste depende de los logros conquistados en el desarrollo cognoscitivo. Así, pueden juzgar las conductas de las demás personas mediante la empatía, perciben que es posible tener más de un punto de vista, juzgan los actos por la intención y no por sus consecuencias. Además, comienzan a respetar tanto a la autoridad como a sus compañeros, y valoran sus propias capacidades y opiniones.