El concepto de democracia, acuñado desde la antigüedad, siempre ha estado bajo constante debate y ha provocado agrias disputas a través del tiempo y en todos los lugares. La idea de la democracia no es compartida por todas las sociedades. Al ser un producto típicamente occidental, la democracia es entendida de diferentes maneras por cada sociedad, aun dentro del ámbito geográfico europeo en el que se desarrolló. Mientras que para los sajones implica una organización política que se expresa mediante una estructura de gobierno, con sus correspondientes procesos electorales, para otros es vista como un valor social que implica la realización de un proyecto de bienestar individual y colectivo, lo que se deriva del ideario de la revolución francesa.
Tal contradicción se refleja en la concepción que se tiene hoy acerca de la democracia. Los representantes de las potencias económicas promueven una democracia que basa su razón de ser en la realización de elecciones, en donde los partidos políticos participan como protagonistas. Éstos pretenden formar un aparato de gobierno que actúe en beneficio común de todo el pueblo; así, el discurso predominante dice que la libertad de mercado, la de expresión y la práctica de elecciones libres conducirán a la humanidad a una situación de justicia y equidad. Pero los gobiernos surgidos de esos procesos electorales, que imponen una economía de mercado y permiten la libertad de expresión bajo criterios selectivos, sólo han conseguido que las sociedades sean cada vez más injustas e inequitativas, incluso en los países desarrollados que se consideran a sí mismos como modelos de democracia.
Lo anterior ha sido posible porque el pueblo o la sociedad civil, en la cual reside la soberanía, ha renunciado al ejercicio de sus derechos y otorgado a la sociedad política y a sus líderes el poder de decidir en su nombre. Entonces, la mayoría de la población se conforma con participar en los procesos electorales, en el entendido de que al elegir a sus representantes, éstos actuarán en consecuencia y promoverán el bien común, algo que es poco menos que una utopía. Lo que impera hoy en el mundo es, por lo tanto, un autoritarismo democrático ejercido por las clases dominantes, que de esta forma encuentran un medio eficaz para la propagación de su ideología.
El descrédito en el que han caído las elecciones es un fenómeno mundial que se refleja en los altos índices de abstencionismo, un síntoma revelador de las políticas estatales de control de la población tendientes a mantener su presencia en las instancias de gobierno que resultan vitales para los intereses de los grupos de poder y, al mismo tiempo, de la sociedad en general. una práctica añeja para garantizar el control de los órganos legislativos es la manipulación de los límites de las circunscripciones electorales: si un partido político percibe dificultades para obtener un número de votos que garantice su permanencia en los escaños legislativos, puede influir para que los límites de las áreas electorales sean modificados y así lograr una votación favorable que no obtendría si no se efectuara esa manipulación territorial de las circunscripciones electorales.
La planeación, ejecución y validación de los procesos electorales está a cargo de entidades especializadas que mantienen vinculación con los Estados y, aunque están dotadas de autonomía, influyen notoriamente en los resultados de las elecciones. Esos organismos cuentan con herramientas que posibilitan la aplicación de métodos informáticos para la elaboración de los padrones o listas de electores, tienen acceso a materiales cartográficos de alta precisión para la delimitación de los espacios electorales y disponen de métodos sofisticados para el conteo de los votos.
Los procesos electorales de hoy en día se caracterizan por absorber recursos financieros cuantiosos que se materializan en inversiones aplicadas en la propaganda política que se realiza a través de multitud de medios (televisión, cine, radio, prensa escrita, entre otros), aparte de los actos públicos masivos en los cuales los candidatos dan a conocer a los electores su oferta política. Además, en dichos procesos son comunes prácticas poco éticas, como fraudes, propaganda sensacionalista, aparición de partidos de vida efímera que polarizan las tendencias en las votaciones y otras acciones de dudosa legalidad.
Entre otros muchos de los vicios que presentan los procesos electorales se encuentra la colectivización de ideas, que consiste en la repetición incansable de mensajes que acaban por convencer a la población de que lo que se dice es una verdad, aunque la realidad sea otra. La diversidad y la alternancia de partidos políticos es otro de los recursos a los que se acude para simular la existencia de regímenes democráticos.