Enciclopedia de Conocimientos Fundamentales
UNAM ˜ SIGLO XXI


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6.5.8 La situación ambiental

Los modelos económicos vigentes en los últimos decenios (capitalismo y socialismo) no se caracterizan por considerar prioritaria la conservación del medio ambiente. Ambos modos de producción imponen modelos de desarrollo económico que resultan muy agresivos para la naturaleza. Sin embargo, en algunos momentos ha habido tibios intentos por alcanzar un desarrollo respetuoso del equilibrio ecológico. La responsabilidad de que el mundo se halle hoy al borde de una crisis ecológica de graves consecuencias proviene principalmente del modelo capitalista de economía de mercado, que aplica políticas económicas de producción de bienes de consumo que han provocado alteraciones ambientales y agotamiento de recursos naturales.

Los intereses de las empresas trasnacionales han impuesto una dinámica depredadora en la economía mundial y los resultados negativos de ello quedaron a la vista en los primeros años del siglo XXI. El deterioro ecológico producto de la intensa actividad económica –principalmente la de tipo industrial– que se lleva a cabo para satisfacer las necesidades del mercado, ha colocado a la sociedad en una situación de vulnerabilidad que alcanza niveles de alarma en varios aspectos. Aunque se han tomado acuerdos internacionales para reducir el impacto negativo de las actividades económicas sobre el medio ambiente, éstos han sido insuficientes y las pocas acciones que se han aplicado significan apenas el inicio de un proceso que tardará mucho tiempo y, sobre todo, se enfrentará siempre a la lógica comercial que avasalla todo el sistema económico mundial.

La cuestión ambiental está polarizada en dos posiciones antagónicas: una es la de las corporaciones empresariales que controlan la economía global y la otra corresponde a los sectores sociales independientes que tratan de detener el creciente deterioro ecológico. El estudio de la relación medio ambiente-desarrollo económico empezó a manifestarse desde el decenio de 1970 con la aparición del Club de Roma, en donde se planteó por primera vez el desequilibrio entre esos dos aspectos. A partir de ese momento inició una etapa en la que diversas organizaciones se involucraron en el debate, lo que propició la intervención de la ONU, que en 1987 publicó el Informe Brundtland, en el que se introdujo el concepto de desarrollo sustentable o sostenible, el cual tampoco ha tenido una aceptación plena, entre otras cosas porque los países desarrollados hacen caso omiso de éste.

Todo indica que, por ahora, el poder del capital terminará por imponerse, sobre todo en esta etapa de la economía neoliberal, en donde los recursos naturales –objeto principal en esta disputa– son parte de las mercancías que diariamente circulan por los mercados mundiales. La muestra está en la oposición de Estados Unidos para aceptar los compromisos acordados en el Protocolo de Kioto sobre el Cambio Climático, que se realizó en 1997. El propósito del protocolo fue establecer políticas para disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, resultado de la actividad industrial. A la fecha, el gobierno estadunidense es el único que no ha reconocido esa convención internacional.

Es indispensable que la sociedad civil se involucre y tome una postura ante los problemas ambientales derivados de la economía de mercado. Detener el deterioro ecológico y frenar el avance del neoliberalismo y su modelo de producción es una necesidad impostergable, so pena de padecer graves problemas sociales y económicos en el corto plazo. Los procesos de contaminación y sus consecuencias, que se manifiestan a través de fenómenos como el calentamiento global y el cambio climático, además de la reducción de la capacidad productiva del suelo, la escasez de agua, la desaparición de las masas vegetales y de especies animales y el agotamiento de los recursos de origen mineral, provocan una situación de confrontación entre los países centrales y los periféricos, por un lado y, por otro, entre los grupos que ostentan el poder económico y político y los sectores sociales que sufren la exclusión y la marginación.

Los beneficiarios del poder ejecutan acciones para apoderarse de los recursos naturales del planeta y la política neoliberal ha creado las bases jurídicas para legislar respecto a la propiedad de éstos, colocándolos bajo la tutela del capital privado que, obviamente, no contempla utilizarlos con otros fines que no sean los comerciales. Dentro de la perspectiva de la globalización se enarbola la idea de internacionalizar los recursos naturales, enfocándose en los que se encuentran en las regiones periféricas o subdesarrolladas. Cristovam Chico Buarque, poeta, músico, compositor, escritor y ex ministro de Educación de Brasil, señalaba en octubre de 2000, ante la propuesta de internacionalizar la Amazonia, que entonces también debían ser patrimonio del mundo los yacimientos de petróleo, todas las reservas de agua –incluyendo las de Norteamérica y de Europa– y todo el capital, para que el planeta estuviera verdaderamente globalizado. Ambas posiciones son contrastantes y evidencian la polarización que existe al respecto.

Las empresas trasnacionales extienden por todo el mundo su influencia y recurren a diferentes métodos para apropiarse de los recursos naturales, sobre todo los considerados estratégicos, como el agua y los energéticos. Proyectos como el Plan Puebla-Panamá (2001), por ejemplo, contemplan entre sus estrategias el manejo sustentable de los recursos naturales de la región, lo que significa que se hará un aprovechamiento de recursos de todo tipo, incluida la biodiversidad, para sustentar el desarrollo de las potencias capitalistas en detrimento de los intereses de las naciones subdesarrolladas, que son todas las de la región y que poseen dichos recursos en sus territorios. Esto sucede a pesar de la existencia de organismos que pretenden regular el uso de los recursos naturales, muchos de ellos patrocinados por la ONU y otras organizaciones regionales.

Las políticas gubernamentales encuentran oposición en las acciones de los grupos que promueven un cambio en el modelo de desarrollo. A los criterios impuestos por los organismos financieros, los movimientos altermundistas –como se les llama actualmente– hacen propuestas novedosas para disminuir la agresión al medio ambiente y el avance de la pobreza en el mundo. En ese contexto se inscriben, por ejemplo, la agricultura orgánica, la introducción de biocombustibles y la protección a las especies animales y vegetales. La confrontación entre ambas posiciones ha estado y estará llena de episodios de violencia e intolerancia. Sin embargo, la situación actual exige la toma de decisiones en forma inmediata, con el fin de hacer digna la vida humana en el futuro próximo.


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