El agua dulce accesible, es decir, la que existe en estado líquido en lagos y ríos, constituye apenas el 0.016% de la hidrosfera. En la atmósfera se halla el 0.001%, en los glaciares de montaña y casquetes polares se acumula el 1.81% y al agua subterránea corresponde 0.63%. El agua dulce es superficial o subterránea. El agua superficial procede de las precipitaciones y el deshielo que forman los ríos y los lagos. Los índices de precipitación de una región determinan su volumen de agua superficial. Las regiones con lluvias abundantes tienen una mayor disponibilidad de agua dulce superficial y subterránea, en tanto que las de clima seco padecen déficit hídrico.
La evaluación de los recursos de agua dulce se realiza a partir de unidades territoriales denominadas cuencas hidrológicas. Éstas son las áreas naturales por donde fluyen los escurrimientos y están delimitadas por la línea divisoria de las aguas. Es posible medir la cantidad de agua que existe en una cuenca hidrológica y ese dato permite diagnosticar y pronosticar la disponibilidad de agua en una región.
Sin embargo, la disponibilidad de agua no debe medirse sólo desde la perspectiva de la cantidad de agua y el tamaño de la cuenca hidrológica, también debe considerarse el número de habitantes que vive en cada cuenca. La confrontación de ambos datos proporcionará la imagen real de los recursos hídricos existentes en una región.
En América Latina se encuentran dos de las diez principales cuencas del mundo: las de los ríos Amazonas y Paraná. una porción de éstas, el acuífero Guaraní, posee una reserva de aproximadamente 40 000 km3 de agua con una recarga anual de 160 km3, suficientes para proporcionar el vital líquido a 360 millones de habitantes durante 100 años, lo que agotaría sólo el 10% de su capacidad total si se estima en 300 litros diarios el consumo por persona. Esta región incluye territorios de Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Su potencial hídrico ha aumentado el valor estratégico de esta cuenca hidrológica.
El agua subterránea, otra manifestación del agua dulce, penetra en la corteza terrestre mediante el fenómeno de infiltración hasta que una capa rocosa impermeable detiene su paso y forma un área de saturación que recibe el nombre de manto freático. Este proceso requiere de la presencia de rocas permeables que permitan la infiltración, por lo que las condiciones geológicas de una región influyen en la existencia de reservas de agua subterránea. Los flujos subterráneos, que suelen ser lentos, pueden aflorar a la superficie para formar así manantiales, que se aprovechan ya como agua superficial. La que permanece en el subsuelo se extrae por medio de pozos.
Las áreas urbanas son grandes consumidoras de agua subterránea y agotan con rapidez los mantos freáticos, lo que provoca crisis de difícil solución en el suministro de este recurso. una situación similar se origina en áreas de actividad agropecuaria o minera, donde los volúmenes de agua utilizados provienen de los yacimientos subterráneos.