Para evaluar la existencia de recursos edáficos es necesario ejecutar varias acciones que deben proporcionar certidumbre en sus resultados; para ello se cuenta hoy con herramientas que permiten diagnosticar con precisión la cantidad de suelo disponible en el mundo. La fotografía aérea, la tecnología satelital y los análisis de laboratorio permiten hacer estudios de alta precisión. También se requiere del auxilio de las clasificaciones edafológicas, que se basan en factores como el tipo de roca madre que originó el suelo, las cualidades de los horizontes, los procesos de edafogénesis y su evolución.
Hay suelos zonales e intrazonales; los primeros están condicionados por factores climáticos –precipitación y temperatura– y espacialmente se manifiestan por lo regular en un solo tipo de clima. Así, hay suelos con características específicas para los climas fríos y húmedos, templados y cálidos, húmedos o secos. Los suelos intrazonales no tienen correspondencia con tipos climáticos porque su génesis obedece a factores locales como la roca madre, la hidrología y la presencia de sales, que se manifiestan en forma independiente del tipo de clima.
Aunque no hay una clasificación edafológica única, en la actualidad se utiliza más la desarrollada por la organización de las Naciones unidas para la Agricultura y la Alimentación (fao, por sus siglas en inglés), que se basa en la observación de las características morfológicas del suelo, en sus cualidades físicas y químicas y en el grado de desarrollo de los horizontes. La distribución geográfica de las unidades edafológicas resultante de esta clasificación se expresa cartográficamente en mapas de diferentes escalas, siempre considerando las necesidades existentes de un estudio edafológico.
Para inventariar el suelo debe considerarse que no constituye una capa continua que cubra por completo la superficie terrestre. Deben eliminarse las superficies oceánicas y de aguas continentales, las áreas de afloramientos rocosos y aquellas donde el suelo ha desaparecido. Únicamente hay suelo en 6.3% de la superficie sólida del planeta y esto equivale a 3 200 millones de hectáreas. En realidad, es poco. Las etapas de un inventario edafológico se inician con un trabajo de campo que permite cuantificar las áreas desprovistas de suelo y concluye con la elaboración de un mapa de uso del mismo, luego de considerar la influencia del relieve, del clima y del sustrato geológico.