Los recursos forestales derivan de la vegetación natural, inducida o artificial, y son sus productos y residuos, e incluye el suelo de los terrenos forestales o de los que tienen aptitud forestal. Las superficies urbanas con cubierta vegetal no se cuentan entre los terrenos forestales. Cuatro factores naturales determinan la productividad de los terrenos forestales: la topografía, la hidrología, el clima y el suelo.
El receptáculo de los recursos forestales es el bosque, un ecosistema potencialmente renovable que aloja la mayor parte de la biodiversidad del planeta. Allí la energía solar se convierte en energía química, es decir, en materia orgánica; parte de esa energía fijada en las plantas la consumen los procesos metabólicos de las mismas plantas y el resto da lugar a la existencia de hojas, frutos y semillas que sirven de alimento a los animales de ese hábitat.
El bosque es una asociación vegetal con superficies que pueden medir desde media hectárea hasta miles de éstas, en las que predominan árboles que deben alcanzar por lo menos cinco metros de altura, aunque también incluyen arbustos y hierbas. Desde la perspectiva forestal, el bosque excluye cualquier otra asociación vegetal que esté destinada a la producción frutícola o agroforestal. La caracterización del bosque como recurso tiene importancia desde el punto de vista científico, histórico, cultural y espiritual.
Siempre se ha considerado que los recursos forestales son renovables, pero la historia nos demuestra que su disponibilidad es cada vez menor y en algunos casos se ha llegado a niveles de daño irreversibles. Los bosques cubren 26% de la superficie terrestre, unos 4 300 millones de hectáreas, de las cuales 1 400 millones se encuentran en países desarrollados, en donde los recursos forestales se mantienen estables e, incluso, tienden a aumentar. En los países subdesarrollados hay 1 700 millones de hectáreas y en ellos el proceso de deforestación es constante.
El bosque desempeña funciones esenciales para el sistema natural y su conservación debe ser una prioridad en todo el mundo. Esas funciones, llamadas también servicios ambientales, pueden ser manejadas por el hombre para obtener mejores rendimientos del recurso forestal. Los bosques tropicales, por ejemplo, influyen en la regulación de los climas del mundo y en éstos se efectúa el 58% del total de la evaporación del ciclo hidrológico.
Se clasifica a los bosques en templados y tropicales. Los templados abarcan una superficie de 1 400 millones de hectáreas y se ubican en Norteamérica, norte de Europa y Rusia, es decir, en países desarrollados; se les denomina bosques templados, de tipo mixto y bosque de coníferas o taiga. Los bosques tropicales alcanzan mil millones de hectáreas, pertenecen a países subdesarrollados y presentan una deforestación severa, sobre todo en África occidental. El sureste de Asia y América Latina también poseen este recurso y acusan los mismos problemas.
La Amazonia, bosque tropical más extenso del mundo, tiene un millón de especies entre plantas y animales: más de 1 800 especies de aves y 2 000 de peces, cuatro veces más que la cuenca del río Zaire, ocho veces más que la del Mississippi y diez veces más que toda Europa. Es la reserva genética más grande del planeta.
Los desiertos también son fuente de recursos; tanto los cálidos como los fríos poseen una extensa biodiversidad que los hace escenarios de una intensa actividad de extracción de recursos forestales de todo tipo.
Las áreas que tienen mayor potencial forestal presentan correspondencia con las de climas húmedos tropicales, templados o fríos. Puede observarse en un mapa mundial de formaciones vegetales que las masas boscosas más densas coinciden con las zonas de máxima precipitación pluvial y con las principales cuencas hidrológicas; al mismo tiempo poseen factores topográficos favorables al desarrollo de los bosques.
Los productos forestales se clasifican en dos grupos: maderables y no maderables. Los Productos Forestales Maderables (PFM) provienen de las áreas de bosques templados y tropicales y es la madera propiamente dicha; es el principal producto del bosque y está destinada al uso industrial y a otros de menor importancia. La producción de madera se presenta en tres formas: en rollo, pulpa para papel y aserrada (tablones y chapas).
La madera es de dos clases: dura y blanda. Las maderas duras proceden, por lo general, de especies arbóreas latifoliadas o de hoja ancha, propias de los bosques tropicales y templados; entre las especies más comerciales figuran el olmo, haya, nogal, roble, abedul, caoba, castaño, álamo, ébano, eucalipto y arce, entre muchos otros; su uso más extendido corresponde a la ebanistería. Las maderas blandas se derivan de las coníferas, es decir, de los árboles propios de la taiga o bosque de los climas húmedos y fríos, entre ellos se cuentan pino, cedro, abeto, alerce, ciprés y oyamel; las maderas blandas se usan a gran escala en distintos procesos industriales.
Los Productos Forestales No Maderables (PFNM) se obtienen del bosque mediante la recolección de plantas completas o de sus partes (flores, frutos, tallos, cortezas y raíz), a las que se dan usos muy variados, según su caracterización biológica, económica y cultural; derivan de especies de árboles, arbustos y hierbas propios de cada región del mundo y las sociedades que habitan esos espacios les dan usos específicos.
La demanda de productos de origen forestal ha sometido los bosques a una explotación intensa y devastadora, ocasionándoles una situación de estrés que los conduce a un rápido deterioro. Es indispensable tomar medidas para preservar los bosques con el fin de mantener el equilibrio ambiental y detener el proceso de deforestación, que avanza incontenible.
El estado actual de los bosques es crítico en muchas regiones; la evaluación de la salud vegetal, que reconoce las categorías estresada, normal y buena, permite conocer la situación real de las formaciones vegetales, lo que favorecerá la toma de medidas para su preservación. La mayor parte de las causas de deterioro son antropogénicas; aun cuando algunas de ellas tengan su origen en factores naturales, éstas son atribuibles a la actividad humana. Procesos como el efecto invernadero y el cambio climático global, que afectan particularmente a los recursos biológicos, son generados por la sociedad moderna.
La explotación intensiva de los recursos forestales está convirtiendo en páramos áreas amplias del mundo. La aplicación de medidas de protección es una necesidad insoslayable para recuperar la capacidad productiva de los bosques y hacer realidad su condición de recurso renovable; lo anterior debe contemplar niveles de acción que van desde la revisión del consumo de derivados forestales (papel, madera, exudados), hasta la prevención de incendios forestales y otras prácticas que beneficien no sólo a los bosques, sino también al agua y el suelo, recursos estrechamente vinculados entre sí.