Enciclopedia de Conocimientos Fundamentales
UNAM ˜ SIGLO XXI


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2.14 PROBABILIDAD Y ESTADÍSTICA, CALCULANDO EL AZAR

 

En la vida diaria hay acontecimientos que obedecen a causas conocidas y que podemos predecir, mientras otros son resultado de la casualidad. De los primeros se ocupan las ciencias naturales, de los segundos, la probabilidad. Que una moneda lanzada al aire describa una parábola y caiga al suelo es algo totalmente predecible de lo que se encarga la física. Los rebotes consecuentes a la caída y su posición final en el suelo —con una de sus caras hacia arriba— es algo, en cambio, extraordinariamente difícil de anticipar. Por lo tanto, cada vez que lanzamos la moneda el resultado es fortuito, fruto de la casualidad, del azar. Dentro del margen de lo que sí sabemos es que, aproximadamente la mitad de las veces, la moneda caerá con una cara hacia arriba, y el resto con esa cara hacia abajo. Este conocimiento es justo el que compete al estudio de la probabilidad. Estos fenómenos casuales o del azar se llaman aleatorios.

En las civilizaciones antiguas se creía que algún dios se ocupaba de determinar los resultados de los sucesos aleatorios y, con ello, del destino. Se asocia a la diosa griega Tique —en griego, Tυχη significa suerte— con esa actividad, mediante la cual decidía la fortuna de las personas y las ciudades. El nombre romano de Tique es, precisamente, Fortuna. El caos reinante en diversas épocas históricas se atribuía a una intensa labor de la caprichosa diosa, considerada hija de Hermes y Afrodita. Según Libanius, el reconocido retórico, el templo dedicado a Tique en Alejandría era uno de los más impresionantes del mundo helénico. ¡Cómo no edificarlo grandioso y rendirle adoración a alguien que controlara el resultado de todos los fenómenos aleatorios y que, por ende, tendría un poder casi absoluto sobre el destino de cada individuo! Todas las casualidades serían resultado de su antojo. Con seguridad, si alguien así existiera, todos querríamos contarnos entre sus protegidos.

Tique
Figura 2.75 Tique, diosa de la suerte.

 

El hombre moderno no cree ya en una deidad que determine los fenómenos aleatorios; sabe que el azar es impredecible e incontrolable, y que todo cuanto puede hacer con él es tratar de comprenderlo, sin buscar causas donde no las hay.


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