Hay muchas sustancias que reaccionan bajo ciertas condiciones. Las personas aprovechan la distinta capacidad de las sustancias para reaccionar. A veces se necesita que reaccionen fácilmente, como el gas usado en las estufas, los pegamentos o el hipoclorito de sodio utilizado para blanquear la ropa. Pero a veces se necesita que las sustancias no reaccionen, como en el caso del politetrafluoroetileno, mejor conocido como teflón.
El teflón es un material que no reacciona fácilmente y por eso la comida no se adhiere a él. Su descubrimiento fue casual, pero la tecnología necesaria para pegarlo en las sartenes fue diseñada y estudiada por años. La cosa no era sencilla, porque es difícil tener una sustancia "impegable" que se adhiriera al metal del recipiente. El proceso se hace a muy altas presiones y temperaturas, pero aún así no se queda pegada para siempre. Por ello, los recipientes de teflón no deben lavarse con estropajo porque se despega este material.
Otra sustancia que provoca expectación es el oro. En estado sólido es un metal bastante inerte; de hecho, no reacciona con facilidad, ni siquiera con el oxígeno. Éste es uno de sus atractivos: nunca se oxida y siempre brilla; sin embargo, a nivel atómico, cuando unos pocos átomos de oro se juntan y forman lo que se llama un cúmulo, se vuelve muy reactivo y parece ser una buena sustancia para transformar contaminantes atmosféricos como el dióxido de carbono y los óxidos de nitrógeno. Estudios indican que podría utilizarse como parte de los convertidores catalíticos de los automóviles, o al menos, eso es lo que buscan los especialistas que trabajan con este valioso metal. Lo interesante es que los átomos de oro, dependiendo de cómo se acomoden, tienen diferente capacidad para reaccionar, aunque siguen siendo los mismos átomos de oro.